En periodos de incertidumbre o volatilidad muchos ahorradores optan por aumentar la exposición a liquidez de la cartera hasta que se vea luz al final del túnel. Hay varias opciones de hacerlo: la primera es dejar el dinero literalmente debajo del colchón o en la cuenta corriente; la segunda, invertirlo en un depósito; y la última, meterlo en fondos monetarios, que son vehículos con costes relativamente bajos y un enfoque de inversión muy conservador cuya función es preservar el capital, explica el periódico El Economista en un artículo sobre este tipo de fondos.
Cesar Ozaeta, asset manager de Abante explica que dentro de la gama existen, además, dos clases: por una parte, están “los fondos monetarios puros, que son los de corto plazo que invierten en gobierno y ahí es imposible generar rentabilidad; y, por otra, están los fondos monetarios que pueden ir a duraciones un poco más largas (algunos hasta 24 meses, por ejemplo) o incluso incluir bonos corporativos de determinada calidad y ahí hay alguna oportunidad de ganar dinero”.
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