Tipos de interés, inflación y economía: la confirmación del giro de ciclo

Aunque el giro de la Reserva Federal de Estados Unidos se venía anticipando desde hacía meses, la clave en las últimas semanas del año ha estado en el ritmo y el momento de las bajadas. A principios de noviembre, el mercado apenas asignaba un 20% de probabilidad a una bajada de tipos en la última reunión del año. Dos semanas después, esa probabilidad superaba el 80%. Finalmente, la Fed ha recortado tipos en su reunión de diciembre por tercera vez en 2025, dejándolos en el rango del 3,5% al 3,75%.

Aunque el mercado ya lo descontaba en diciembre, la decisión no ha sido unánime dentro del banco central y ha llegado tras el deterioro de algunos indicadores -como la confianza del consumidor o las solicitudes de subsidio de desempleo- y en medio de las críticas de Donald Trump a Jerome Powell y las especulaciones sobre sus posibles sucesores. Con todo, en su comunicado, la Fed ha insistido en que su objetivo sigue siendo alcanzar “el máximo empleo y una inflación del 2% a largo plazo”, pero ha reconocido que “la incertidumbre sobre las perspectivas económicas sigue siendo elevada” y que “los riesgos a la baja para el empleo han aumentado en los últimos meses”.

Con este sentimiento, ¿qué podemos esperar para 2026? Tras la última reunión, el consenso del mercado no espera un ciclo agresivo de recortes para el próximo ejercicio: como mucho, dos bajadas adicionales a lo largo de 2026 y, probablemente, a partir de marzo.

¿Hacia dónde va la inflación?

Y es que, aunque el alza de los precios ha sido más moderada de lo previsto, la inflación sigue un punto por encima del objetivo, ya que se mantiene en el entorno del 3%. Parte de esta desviación responde al impacto de los aranceles y las tensiones comerciales -tras el ya más que conocido como el Día de la Liberación del pasado 2 de abril-, que alimentaron la incertidumbre en el primer semestre. Aun así, se ha evitado el repunte hacia el 3,5% o el 4% que llegó a temerse en primavera.

Sobre el comportamiento de la inflación en Estados Unidos, Ángel Olea, director de inversiones de Abante, recordaba en el último encuentro con inversores particulares en Madrid que, “con el tema de los aranceles, puede haber todavía algún impulso positivo en algún momento, pero no se espera que sea muy fuerte”. Y, por otro lado, destacaba también que un elemento clave que ha ayudado a contener la inflación tiene que ver con cómo están evolucionando los precios de la vivienda y de los alquileres, que es algo que va con un efecto de retardo bastante significativo: “En tiempo real ya se está viendo que los precios de las viviendas se están estancando, que los alquileres incluso están bajando en muchas zonas, con lo cual podríamos hablar de que, si se produce ese impacto de algunos aranceles más, también podría verse compensado por la inflación de servicios vía vivienda”.

Por su parte, en la eurozona, la situación es más estable. La inflación se ha mantenido en niveles que el Banco Central Europeo considera “cómodos” y ya está prácticamente en objetivo, aunque repuntó ligeramente una décima en noviembre, hasta el 2,2%. Además, el organismo europeo bajó por última vez los tipos en la reunión de julio, hasta el 2%, y no hay previsión de que mueva ficha en las próximas reuniones.

Crecimiento económico: situación y previsiones para 2026

En este entorno, la economía estadounidense ha empezado a mostrar signos de desaceleración. Como explicaba Olea en el evento, “el desempleo ha pasado del 3,4% al 4,4%. No es una cifra preocupante, pero indica que la economía se está enfriando”. Además, ha cobrado fuerza la idea de una economía “en forma de K” o k-shaped economy: los hogares con empleo estable y vivienda en propiedad mantienen su nivel de consumo, mientras que las capas más vulnerables muestran un deterioro creciente en su capacidad de gasto. Este desequilibrio explica por qué el consumo agregado sigue resistiendo, al tiempo que caen los indicadores de confianza y se enfrían las encuestas de actividad.

Pese a esta pérdida de impulso, las previsiones para 2026 siguen siendo razonablemente positivas. El FMI revisó al alza sus proyecciones en octubre: espera que el mundo crezca un 3,2% en 2025 y un 3,1% en 2026. En Estados Unidos el crecimiento previsto se sitúa en el 2,0% y 2,1% respectivamente. También mejoran las perspectivas para China, la zona euro y España, que lidera el crecimiento entre las economías desarrolladas con un 2,9% estimado para 2025. Alemania, por su parte, podría beneficiarse del cambio de régimen fiscal y del plan de estímulo en marcha.

Son cifras que apuntan a un crecimiento cercano al potencial, sin presiones inflacionistas claras, pero también sin grandes márgenes para errores políticos o grandes tensiones externas.

Lecciones de un año volátil en renta fija

Para los inversores conservadores, este nuevo escenario implica un cambio importante. “Se ha terminado la etapa del 4% sin riesgo en el monetario”, explicaba Marta Campello, socia y gestora de Abante, en ese mismo encuentro, al tiempo que añadía: “Si la inflación no baja del 2%, volveremos a la época de tipos de interés reales negativos, con lo cual, para pedirle rentabilidad a nuestro dinero, tenemos que invertir fuera de los mercados monetarios porque, si no, entonces iremos perdiendo poco a poco poder adquisitivo”.

2025 ha dejado además varios aprendizajes clave en renta fija. El consenso arrancó el año recomendando duraciones largas en Europa y el mercado hizo justo lo contrario: “Curiosamente el BCE fue más agresivo bajando tipos, pero eso hizo subir las curvas largas. En Alemania, la duración ha neutralizado la rentabilidad del cupón. En cambio, en Estados Unidos, donde se temía lo peor, la duración ha dado rentabilidad”.

El posicionamiento de Abante ha sido prudente y selectivo: duraciones cortas, emisores de alta calidad y cobro de cupones. Una estrategia que ha permitido obtener rentabilidad sin asumir riesgos excesivos y que sigue siendo válida en el nuevo contexto de tipos.