Prats: "La hora del euro"

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24/06/2016

Josep Prats, gestor de Abante European Quality, escribe en su blog en Unience un artículo titulado “La hora del euro”. Lo reproducimos íntegro a continuación:

Los británicos han votado y han decidido abandonar la Unión Europea. Escocia, Irlanda del Norte y Londres preferían, de forma claramente mayoritaria, seguir en la UE. Pero el resto de la Gran Bretaña ha decidido que no. Los jóvenes, la población con educación superior, las clases medias tirando a altas, querían seguir en la UE. La población de edad avanzada, sin formación universitaria, las clases medias tirando a bajas, que son más, han decidido que no. Al votante tipo de UKIP se ha unido una buena parte de los votantes conservadores, quizás más nacionalistas, quizás más euroescépticos, y una parte no despreciable de los votantes laboristas, de las clases medias empobrecidas, reticentes a la inmigración, el gran caladero de votos del populismo, no solo en Gran Bretaña, sino también en Francia, Holanda, Alemania o Austria.

Todos los votos valen igual, y cuando se pregunta algo y sale aquello que uno no quiere o no espera,  hay que aceptarlo. Aunque uno pueda pensar que muchos hayan votado contra algo más que aquello por los que se les preguntaba, la permanencia en la UE, y hayan querido con su voto castigar a un gobierno, a un sistema, o expresar un miedo hacia un mundo, el global, en el que indefectiblemente tendrán que vivir sus hijos y sus nietos, que les es extraño.

Los que me siguen en este blog sabrán que confiaba en que, finalmente, el sí a la UE se impondría. Confiaba en algo que, siendo lamentable, suele producirse, y que en este caso no se ha dado: el discurso del miedo defensor del statu quo dirigido a la parte de la población más vulnerable, la formada por los jubilados. Gordon Brown habló, pero lo hizo en tono positivo, optimista. Un gran orador, pero que en este caso no puso, como si hizo en el pasado referéndum escocés, toda la carne en el asador. No esperaba que ganara el Brexit, pero entraba dentro de lo posible, no era improbable. Y ha sucedido.

¿Y ahora qué? Hoy veremos histeria en los mercados. La libra se desplomará y caerán con fuerza las bolsas. No sabemos si el pánico será muy intenso y corto o será más gradual y prolongado. Las declaraciones de los principales líderes políticos y económicos europeos, en concreto, de Cameron, Merkel, Hollande y Draghi, serán seguidas con atención, para ver si dan alguna pista sobre el camino a seguir para el proceso de desvinculación de la Gran Bretaña respecto a la Unión Europea.

Visto friamente, nada es hoy distinto de ayer. Gran Bretaña no estaba en el euro, ni se esperaba que se incorporase a la moneda única en un futuro próximo, por lo que las posibles dudas sobre el futuro del euro como  divisa común, que  aparecerán en mil comentarios de mercado, y probablemente se plasmen a corto plazo en las cotizaciones bursátiles, en especial las del sector bancario, no deberían tener que ver con el resultado del referéndum.  Tampoco será de un día para otro cuando el Reino Unido deje de pertenecer a la Unión Europea. Se iniciará un proceso lento de desvinculación, en el que se tendrá que redefinir la relación entre la isla y el continente. Evidentemente, las grandes empresas europeas, incluidas las británicas, mañana, y el mes que viene, y el año que viene, seguirán  produciendo y vendiendo lo mismo que hubieran producido y vendido si el resultado del referéndum hubiera sido el contrario. Con los matices que quieran por alguna oscilación de tipo de cambio a corto plazo, y con los matices que quieran por la redefinición del marco regulatorio a medio. Pero básicamente, las grandes compañías globales, segurián su curso, que es el del mundo. Y no variará realmente, su valor fundamental.

Los políticos de todo el mundo desarrollado, sin embargo, deberán reflexionar sobre qué han querido decir los británicos con su voto. La corrección política no permite hablar abiertamente de un tema que, en realidad, preocupa a una buena parte de la población de los países ricos: la inmigración. La dificultad de integración de los inmigrantes en una cultura nacional consolidada, o el uso o abuso del estado del bienestar, de los servicios sociales que, necesariamente son limitados y que la población nacional considera en cierta medida propios, la competencia por un puesto de trabajo no excesivamente bien pagado, son temas que preocupan a mucha gente. Pero no lo suficiente a aquella genteque, por su formación, por su posición económica y social, ve en la globalización una oportunidad y que lidera el mundo de la empresa o de la política. Quizás el referéndum británico sirva para que los que deciden tomen conciencia de la gravedad del problema.

Alemania y Francia, junto a Italia y España, tienen que decidir qué hacen con la Unión Europea. ¿Vamos hacia una auténtica Unión, hacia unos Estados Unidos de Europa? ¿O nos quedamos en una zona de libre comercio? Mucho ha sido el camino recorrido, y en la buena dirección. La Europa que tenemos que alcanzar es la de la moneda única, la de los presupuestos coordinados, la de la unión fiscal, en último término la de la unión política. Con la autonomía y matices nacionales precisos, pero unida. Gran Bretaña podía estar en ella. Ha decidido que no. Respetémoslo. Canadá, no forma parte de Estados Unidos, pero tiene una correcta relación. En Asia también hay un gran país insular, Japón, que tendrá que convivir con una gran potencia continental, China.  Los países europeos continentales tienen que ver si, en un mundo global, quieren tratar de tú a tú a China y Estados Unidos, o pasar a la insignificancia. Creo que la opción es clara.

Si los dirigentes europeos están a la altura, la salida de Gran Bretaña constituye una gran oportunidad para avanzar en el proceso de formación de una auténtica Unión Europea. Ha llegado la hora del euro. Todas las acciones que se tomen deben ir dirigidas a dejar bien claro que el euro, está para quedarse, puesto que es la base sobre la que deberá construirse la Europa Unida.