Rentabilidad, riesgo y liquidez

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09/07/2010

Tres son las características intrínsecas que definen a un activo financiero: rentabilidad, riesgo y liquidez. En esta sección pretendemos hablar de ellas desde un punto de vista lo más didáctico posible, desentrañando la complejidad que el lenguaje introduce en el proceso de toma de decisiones de inversión.

En cada número de Abantropía, dedicaremos un artículo a desarrollar variantes y características de los conceptos de rentabilidad, riesgo y liquidez.

Rentabilidad

Las fuentes genéricas de rentabilidad que produce un activo financiero son los intereses, cupones odividendos, todos ellos denominados rendimientos explícitos y las plusvalías o rendimientos implícitos, es decir, la diferencia entre el precio de venta y el precio de compra de un activo financiero.

En principio, los rendimientos explícitos responden a la anticipación y la disponibilidad de la rentabilidad periódica requerida por inversores más conservadores. Como inconveniente hay que destacar que tener la rentabilidad a la vista es, generalmente, renunciar a una mayor rentabilidad futura y esto por tres motivos:

  • La rentabilidad de los activos a corto plazo es por lo general menor que los activos a más largo plazo. Anticipar la rentabilidad, en forma de pagos periódicos es reducir el plazo de la inversión.
  • La fiscalidad actúa sobre los dos tipos de rendimientos, sin embargo, en los implícitos la ventaja es que podemos diferir impuestos y realizarlos en un momento del tiempo posterior, lo que permite aprovechar totalmente la reinversión de los beneficios.
  • Por último, hay que tener en cuenta que a esa menor rentabilidad, hay que restarle el crecimiento de los precios. Los activos que generan rendimientos explícitos, en general, protegen mal de la inflación.

Riesgo

Son muchos las acepciones y fuentes de riesgo que podemos identificar en los activos financieros, tantas como fuentes de rentabilidad, pues se trata de conceptos indisolublemente unidos.

Uno de los riesgos más obviados es el denominado riesgo de reinversión. Tiene que ver con elhorizonte temporal de nuestra inversión, con los rendimientos explícitos que obtenemos y con la variabilidad de la rentabilidad de los distintos tipos de activos a lo largo del tiempo.

Un ejemplo lo aclara: Hace 20 años, con las letras del Tesoro al 10%, una persona que ganase en la lotería 100.000.000 de pesetas (equivalentes a 600.000€) podía vivir razonablemente bien con 60.000€ anuales (unos 10 millones de pesetas). Hoy, con el tipo de interés de la letra del Tesoro en el 2,5%, con 600.000€ uno podría disponer, sin descapitalizarse, de 15.000€. Así, para poder mantener nuestra capacidad nominal de compra (sin tener en cuenta la inflación) necesitaríamos disponer de un capital de 2.400.000€ o buscar activos cuya rentabilidad esperada sea superior, asumiendo otro tipo de riesgos.

Si admitimos que la gestión de las inversiones no es un tema puntual sino continuado en el tiempo, larentabilidad futura nos debe preocupar tanto como la que hoy disfrutamos. Así, por ejemplo, si, como suele ser habitual como estrategia de marketing, nos ofrecen un 5% TAE (tasa anual equivalente) el primer mes y el resto de meses del año nos pagan el 1% TAE, al final del año nuestra rentabilidad será del 1,32% (1,07% si descontamos impuestos). Esa es la rentabilidad que tenemos que comparar con otras alternativas de inversión, no el 5% TAE.

Liquidez

Como apuntábamos antes, los rendimientos explícitos están relacionados con la preferencia por la liquidez del inversor. Cuando invertimos sacrificamos la capacidad de disfrutar de nuestro dinero hoy y la capacidad de invertir en otras alternativas más interesantes (coste de oportunidad). Si nuestra exigencia es disponer de los rendimientos explícitos cuando se generan, estaremos anticipando parte de la rentabilidad, asumiendo que esta puede ser más baja y estar menos protegida frente a inflación e impuestos, pero ganando en flexibilidad. Cuando esperamos obtener todo el retorno de nuestra inversión en el futuro (rendimientos implícitos), maximizamos nuestro compromiso con la inversión y ganamos en capacidad de reinversión y ahorro de costes (impuestos e intermediación)

En el equilibrio está, seguramente, la virtud. Ni podemos pretender ahorrarlo e inmovilizarlo todo de cara al futuro ni podemos pretender disfrutar a corto plazo de nuestra rentabilidad, incurriendo probablemente en ineficiencias, y olvidándonos de lo que pueda venir mañana.