Jubilarme y ¿vivir de las rentas? Gestionar el patrimonio en esta etapa es clave
Planificar nuestra jubilación desde temprano es importante, más plazo nos da margen de maniobra para lograr nuestros objetivos. De la misma forma que cuando nos jubilamos no se acaba nuestra vida y podemos (y queremos) seguir desarrollando proyectos, tampoco termina nuestro plan financiero: para evitar descapitalizarnos y poder, efectivamente, vivir de las rentas, debemos seguir gestionando nuestro patrimonio, especialmente en el actual contexto demográfico. Para la mayoría, nuestro ahorro debería seguir invertido tras la jubilación.
Evidentemente, en el momento de jubilarnos nos surgen dudas respecto a si rescatar o no el plan de pensiones y cuál es la estrategia más eficiente para hacerlo o si podemos y nos interesa seguir aportando. También, cuánto dinero podemos consumir cada año de nuestros ahorros o si nos interesa cambiar el perfil de nuestra cartera de inversión o contratar algún otro producto financiero o cómo organizar nuestro patrimonio si queremos dejar algo en el futuro a nuestros hijos, entre otras muchas cuestiones.
Otras dudas pueden tener más que ver con nuestro proyecto vital: ¿y si queremos seguir desarrollando algún tipo de actividad, se puede compatibilizar la pensión con los ingresos del trabajo?, por ejemplo. Todas ellas hay que abordarlas adecuadamente para evitar errores que nos pueden costar, al final, dinero y, por tanto, calidad de vida.
Según la encuesta realizada por Abante hace año y medio sobre jubilación y longevidad, los españoles consideramos que la jubilación es una etapa para el disfrute, pero a dos tercios les preocupa no tener dinero en el futuro y, además, les preocupa la dependencia en edades avanzadas (el 87% afirma que no quiere vivir hasta los 100 años porque no quiere depender de nadie).
Pero la preocupación no mueve a la acción y más de la mitad reconoce que no hace lo suficiente para disfrutar de holgura financiera durante la jubilación. Y, entre quienes sí lo hacen, predomina la aversión a asumir riesgo con las inversiones. Esta idea se repite año a año en diferentes encuestas, informes y estudios: los españoles somos, en general, conservadores en lo que al dinero se refiere. Y lo somos aún más cuando dejamos de trabajar.
Porque el paso de una etapa en la que hemos generado rentas a otra en la que las consumimos provoca, casi siempre, el temor a que ese capital que hemos conseguido acumular durante nuestra etapa laboral no sea suficiente para una etapa de jubilación que es, para un número cada vez más grande de personas se extiende durante dos o tres décadas.
Y en veinte o treinta años, con unos primeros 10 o 15 muy activos y una etapa final en la que pueden surgirnos necesidades especiales derivadas del envejecimiento, son un periodo muy largo para financiar. Pero también son un largo plazo para poder plantearnos las inversiones de otra forma y aspirar a buena rentabilidad. Por eso, jubilarse no debe traducirse, necesariamente, en rescatar el plan y dejar el dinero en inversiones conservadoras o desinvertido. Porque, entre otras cosas, diversos estudios y expertos en behavioral finance (o finanzas conductuales) han puesto de manifiesto que somos malos, en general, estimando nuestro gasto futuro. Solemos infraestimar nuestras necesidades financieras (de la misma forma que, en muchos casos no consideramos el efecto de la inflación en el largo plazo).
Por eso, el inversor jubilado no tiene por qué invertir con un perfil conservador (esa sería una opción, en función del perfil, objetivos y necesidades, pero no la única). Una de las cuestiones que tenemos que valorar es cuánto vamos a necesitar a corto y a medio plazo, esa cantidad de dinero, probablemente, no deberemos invertirla en un activo con un riesgo elevado (con una volatilidad alta), pero es el mismo consejo que se le podría dar a una persona de 35 años que tiene un dinero que va a utilizar en los dos o tres próximos años.
Pero si tenemos 68 años y una parte de nuestro dinero la queremos para cubrir necesidades que podamos tener a partir de los 80 o los 85 años, a lo mejor sí nos puede interesar asumir cierto riesgo con esa cantidad, para aspirar a mayor rentabilidad dado que tenemos más de una década por delante. Es un tema que conviene estudiar.
Por otra parte, nos interesa también calcular el ritmo de consumo de esas rentas y la rentabilidad media que necesitamos para que ese ritmo de consumo se adecue a nuestras necesidades. En un entorno de tipos de interés bajo -que se prevé que dure bastante tiempo- conseguir la rentabilidad que necesitamos requiere un plan financiero adecuado.